Sinopsis:

Los trapicheos de Jose Luís “El Niche” se van al traste el día que una absurda paliza acaba con Vicente en el hospital. El menudeo que le proporcionaba se esfuma y con él, las esperanzas de arreglar sus problemas económicos. Cegado por conseguir dinero a costa de cualquiera, se deja implicar en un chantaje que no entiende del todo y que poco a poco le va revelando los restos imprecisos de un idilio que, durante más de treinta años, han ocultado unos pobres viejos, mientras, él mismo, es incapaz de ver como su relación se desmorona. El Niche, testigo involuntario de esos últimos días, se mueve entre el asco y la pena por la pareja de viejos y la necesidad de solucionar sus problemas económicos traicionándolos.

Descripción de personajes:

El Niche: Es la voz narradora y sus pasos son los que mueve el hilo argumental.

“Ojalá me hubiesen dado un euro, por cada mentira que había dicho o escuchado en la última semana. Se hubieran acabado mis preocupaciones.”

“Realmente no sabía por qué le había pedido la silla, fue una ocurrencia estúpida. Una especie de coartada para estar allí esperándola. Ya no era capaz de decir la verdad, ni cuando era inofensiva. Con un "me apetecía verte" hubiera bastado. Algo simple, algo que no le hiciera desconfiar de lo que yo había hecho esa tarde.”

Martín (tío de Vicente): “Uno podía de la forma más fácil imaginarse al tío Martín, como dejaba con cuidado el peluquín después de poner un disco, desdoblaba la sábana con la que protegía el traje de novia y como se vestía mirándose en el espejo mientras en el tocadiscos sonaba un bolero, y tras un rato meciéndose con la música, se encaramaba al alfeizar de la ventana.”

“Me acordaba de aquella tarde que me lo encontré en su despacho de la gestoría a oscuras, detrás de la mesa como ido mirando a la calle, podía llevar ahí horas.”

Damián (Amante de Martín y padre de Ray): “tapado con un periódico que se movía como si tuviera el baile de San Vito, Damián se tomaba una manzanilla; el hilito con la etiqueta flotaba dentro del vaso de cristal. Parecía imposible que pudiese leer el periódico con esos temblores, era como si las páginas estuviesen pegadas a un martillo hidráulico”

“Escuchándolo hablar así del traje, era difícil verlo bregando con un camión, de una punta a otra de España durmiendo a cielo raso. Era lo que siempre contaba en la cafetería del taller, su perorata para garantizarse cinco minutos de atención. La épica historia de cómo había montado todo aquello (como él decía) de la nada.”

Vicente: “Fue verlo el primer día encajonado tras ese mostrador carcomido en aquella oficinita, intentando esconder el cenicero y se me vino a la cabeza el de la conjura de los necios pero en canijo y chepudo.”

“Los moratones de los ojos y los kilos que había perdido comiendo por una pajita, le daban un aspecto fúnebre, como si la candidez que se trajo del pueblo se la hubieran quebrado con la misma patada que le rompieron el fémur.”

Eva (Novia de El Niche): “Eva me dio algo de lástima, deseé que ese pelo negro cayera sobre unos hombros bronceados y no sobre una piel del color de un viejo en coma.”

Delia (Amiga de Eva): “Las chicas, así sobre las toallas, podrían pasar por hermanas, las piernas largas y el pelo moreno, únicamente Delia tenía los rasgos más angulosos.”

Roberto (Compañero de El Niche): “Robert no era el tipo de persona candidata a que alguien quisiera romperle las piernas, digamos que combinaba bien la lengua con los ojos azules que la genética le había regalado. Haciendo un esfuerzo, y desde luego un día que no tuviera esas barbas de vagabundo, hasta se podría decir que se parecía a Paul Newman.”

La madre de Vicente: “La madre se había girado y me miraba de arriba a abajo con cara de asco. Por esas canas de la coronilla, tiesas como las plumas de una cacatúa, tenía pinta de haber pasado allí más de una noche.”

Ray (hijo de Damián): “Después de que Ray y él casi se matan a puñetazos, no era plan de colocarle esa cosa tan discreta debajo de las narices, lo mismo se subía a uno de los camiones y se empotraba encima. Ray no tiene mano izquierda, por decirlo de una manera suave.”

Antonio “El Chino”: “Al momento salió un tipo en bermudas, poco más alto que la vieja, con un vello canoso que le cubría los brazos y las pantorrillas color aceituna.”

“Si a alguien le apodan el Chino, por lo menos uno se espera que le hayan bautizado con algún sentido, que el fulano tenga los ojillos como dos cabezas de alfiler o la nariz chata, yo que sé, algo. Incluso de un pueblo en el culo del mundo uno se espera cierta lógica, pero que a este tío le dijeran el Chino era como si a mí me llamasen Fray Leopoldo.”

Augusto: “Desde luego Augustito era un asesino a sueldo nato, la humanidad tendría que estar agradecida de que estuviera atiborrado a pastillas”.

Libros comparables:

Desde la distancia y el respeto, a mi juicio tanto por el tipo de voz narrativa como por la idiosincrasia del personaje, guarda similitudes con 1280 almas de Jim Thompson y con El guardián entre el centeno de J. D. Salindger.

Así mismo, por el tipo de personajes, todos egoístas, podría tener similitud con Dos crímenes de Jorge Ibargüengoitia.

Otros datos técnicos:

La novela tiene unas 220 páginas, repartidas en 17 capítulos, en todos ellos se mantiene el mismo narrador en primera persona.

El tiempo narrativo transcurre lineal hacía delante a lo largo de unas tres semanas.

Todo el hilo argumental de la acción se basa en las peripecias del Niche intentando recuperar su dinero, le vemos dando bandazos de un lado a otro sin conseguir nada, mientras en segundo plano se va perfilando la historia de Damián y Martín. Toda la trama se construye sobre las mentiras que se todos se dicen y las segundas intenciones de todo lo que hacen.

El personaje central va evolucionando, psicológica y emocionalmente, desde su rechazo inicial ante los viejos, hasta ser parte implicada de la propia historia.


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